La habitación, oscura. Cuerpos desnudos, un cigarrillo sin fumar sobre el velador y una copa de Brandy de Jerez con dos cubos de hielo navegando en su ámbar.
La piel fundida entre gemidos y sudores, las manos de ella atadas a la cama se abrían y cerraban atrapando el aire. Sintió la puerta abrirse, lo vio acercarse, pero prefirió sentir. Su voz intentó salir, quiso advertirle, pero no podía detenerse, ya no.
Rugió la noche. Un estallido de luz cortó la negrura de la habitación. Una estampida de sangre empapó su pecho.
Quedó inmóvil, las manos atadas, los ojos cerrados, el cuerpo de él enfriándose junto al suyo.
El Brandy de Jerez, a medio beber, fue arrojado sobre su piel. El hielo terminó de derretirse sobre su vientre.
—El brandy se bebe sin hielo —dijo, y se fue sin cerrar la puerta.